Hemos comenzado un nuevo año en el taller, y a diferencia de lo sucedido a comienzos del año pasado, en que conservamos a casi la totalidad de nuestros jugadores, éste será uno de renovación y formación de nuevos ajedre-cistas. La mayor parte del exitoso y querido equipo 2011 - 2012 se ha marchado. De los que ya no están, algunos se fueron retirando de manera paulatina, con el correr de los meses y por diversas razones; y otros, en cambio, formaron parte del equipo hasta fin de año, pero hoy están en otros colegios. En el primer grupo, puedo mencionar a Lucas Olguín, Luis Astudillo, Francisco Bastías, Jamil Constantino y Brian Mella. Entre los segundos, cuya ausencia siento quizás más profundamente, cuento a Franco Vergara, Luis Norambuena, Jorge Moreno, Franco Saravia y mi regalona Monserratt González.
A los más antiguos los conocí cuando iban en cuarto, en 2008: ellos formaron parte del equipo durante cinco largos años. Otros se integraron con posterioridad, pero su entusiasmo les permitió alcanzar rápidamente un nivel similar al de sus compañeros. Con todos ellos compartí muchos momentos gratos en blanco y en negro: primero, jugando relajadamente en los recreos de la biblioteca; pero más tarde, y con mayor intensidad, durante los torneos, soportando las largas esperas entre partidos, analizando jugadas, corrigiendo errores y sumando nerviosamente los puntos para ver si nos tocaba una copa o una medalla. Asistí al siempre maravilloso proceso de su aprendizaje, de su progreso como jugadores y deportistas. Los vi plasmar mucho de sus personalidades en el juego: reflexivos y prudentes algunos, agresivos e impetuosos los otros. Conocí sus virtudes, mañas y defectos, tanto como ellos conocieron los míos. Hoy los extraño, a cada uno de ellos, tanto por su riqueza individual como por lo que entregaban en el taller y en el equipo. Como he dicho en muchas ocasiones, nunca me apeno tanto en diciembre, época de licenciaturas y despedidas, como lo hago en marzo, cuando me quedo esperando ver entrar por la puerta de la biblioteca esos rostros que ya no lo harán.
Para ustedes, mi agradecimiento por el compromiso y sacrificio que entregaron siempre al taller, a nuestro equipo y al colegio. Si siguen o no jugando en el futuro, es lo de menos. Hagan lo que les guste y ojalá les vaya bien en todo. Yo, por mi parte, me quedaré siempre con la alegría de haber compartido con ustedes, reyes y damas, tantas horas amables frente a un tablero; con la satisfacción de que me distinguieran con su amistad; y con el orgullo de saber que me quedaré en sus recuerdos como su primer profesor de ajedrez.